“La educación es un derecho humano con un inmenso poder de transformación. En su fundación descansan las piedras angulares de la libertad, la democracia y el desarrollo humano sostenible.”
-Kofi Annan, Secretario General de la Organización de las  Naciones Unidas (1997 al 2006) y Premio Nobel de la Paz-.

 

En tiempos como los que vivimos actualmente nos puede ser muy difícil pensar en la mejor manera de resolver problemas globales, tales como frenar los efectos del cambio climático, la pérdida de nuestra biodiversidad, la contaminación y la degradación de los ecosistemas. E incluso, involucrarnos activamente en algún proyecto que ofrezca soluciones puntuales a estas problemáticas, cuando en lo cotidiano tenemos asuntos urgentes que atender en el ámbito personal, familiar o profesional. Pese a lo anterior, existen prácticas que podemos adoptar a nivel personal para transitar hacia un estilo de vida más amigable, responsable y solidario.

Cada 26 de enero se conmemora el Día Mundial de la Educación Ambiental, “decretado en Yugoslavia en 1975, durante el Seminario Internacional de Educación Ambiental en el que participaron expertos de más de 70 naciones que plasmaron sus objetivos básicos en la Carta de Belgrado”. Posteriormente, “la Conferencia Intergubernamental de Educación Ambiental adoptó la Declaración de Tbilisi, en la cual se establecieron tres grandes objetivos para la educación ambiental:

  • Fomentar una clara conciencia y una preocupación por la interdependencia económica, social, política y ecológica en áreas urbanas y rurales.
  • Proporcionar a cada persona las oportunidades para adquirir el conocimiento, valores, actitudes, compromiso y habilidades para proteger y mejorar el medio ambiente.
  • Crear nuevos patrones de comportamiento hacia el medio ambiente.” (SEMARNAT, 2018).

Entonces, partiendo de adoptar los objetivos de la educación ambiental a nivel personal, adquirimos una responsabilidad implícita en el cuidado del medio ambiente con un sentido de justicia económica y social hacia nuestra comunidad de residencia o de nacimiento y, en consecuencia, a nuestro país y el planeta. Ese sentido de comunidad nos permitirá transmitir los valores interiorizados por la educación ambiental hacia otras personas, para que, gradualmente, transitemos a una sociedad justa, pacífica y sostenible.

Mucho se habla en la actualidad sobre el desarrollo sostenible, en base a nuestra propia experiencia, como asociación civil, sabemos que es posible adoptar la educación ambiental como una actividad cotidiana en lo personal y lo colectivo para poner en práctica un estilo de vida sostenible. Sin embargo, el contexto en el que vivimos es más complejo de lo que nos podemos imaginar y siguen existiendo muchas carencias fuera de nuestro circulo de influencia y en otros ámbitos que tan solo para nosotros pueden representar noticias desagradables de las que no deseamos enterarnos, tales como el hambre en el mundo, la pobreza, la inseguridad, los conflictos bélicos, los desastres naturales, entre muchos otros.

Es por esta razón, que sale a relucir a partir de 2002 en la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible de Johannesburgo, una perspectiva más en el tema que nos ocupa: la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS). La cual “empodera a las personas para que cambien su manera de pensar y trabajar hacia un futuro sostenible”, ya que “habilita a los educandos para tomar decisiones fundamentadas y adoptar medidas responsables en favor de la integridad del medio ambiente y la viabilidad de la economía” (UNESCO, 2019). Todo es mucho más complejo aún, pues estamos próximos a llegar a la cifra de 8 mil millones de personas en el planeta y eso mismo incrementará las necesidades y hará visibles aún más las carencias de los países más pobres.

Para reforzar la educación ambiental desde una perspectiva integral, ya reconociendo la relevancia de incorporar otras perspectivas, hay referentes importantes a tomar en cuenta que siguen guiando e inspirando la acción consciente en el presente, tal cual es el caso de la Carta de la Tierra, surgida en el año 2000 como un marco ético de principios y valores para promover sociedades justas, sostenibles y pacíficas, nacida de la inquietud de la sociedad civil a nivel internacional y representando la síntesis de una década de diálogos a favor del desarrollo sostenible. Además de ser considerado un instrumento educativo y un referente de ley blanda, para su adopción a nivel ejecutivo por gobiernos, instituciones y entidades privadas como empresas y organizaciones. En 2019 la UNESCO reafirmó a la Carta de la Tierra por su importancia aún a casi dos décadas de distancia.

En el contexto actual la Agenda 2030, surgida en 2015 para reforzar y dar continuidad al esfuerzo global alcanzado por los Objetivos de Desarrollo del Milenio implementados del 2000 al 2015, es el plan maestro de la Organización de las Naciones Unidas para no dejar a nadie atrás a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y cada una de sus metas. En base a nuestra propia experiencia afirmamos es posible sumarnos y contribuir a cada uno de los 17 ODS, o a los más afines a nuestros intereses y actividades cotidianas, a través de acciones concretas, con lo que, invariablemente, encontraremos una manera viable para contribuir a la EDS al actuar local pensando en global.

Centrándonos en particular al ODS 4 “Educación de Calidad” y su Meta 4.7: “De aquí a 2030, asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible” (ONU, 2015).

Como es visible hasta este punto, existen importantes referentes a tomar en cuenta para adoptar la educación ambiental a nivel personal y experimentar directamente de esta forma prácticas sostenibles con un enfoque holístico, en el que somos conscientes y actuamos teniendo presente una responsabilidad compartida en los aspectos sociales, económicos, culturales y ambientales. Es por todo lo anterior, que se refuerza y se reinventa todos los días la labor de las y los educadores ambientales, como facilitadores del conocimiento que transmiten a otros a través de la experiencia y convicciones personales, valores, principios y prácticas para encaminarnos hacia la anhelada sostenibilidad.

 

Fuentes:
  • Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. (2018). Día Mundial de la Educación Ambiental. 22 de enero, 2020, de Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Sitio web: https://www.gob.mx/semarnat/articulos/dia-mundial-de-la-educacion-ambiental
  • Organización de las Naciones Unidas. (2015). Objetivo 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. 22 de enero, 2020, de Organización de las Naciones Unidas. Sitio web: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/education/ 
  • UNESCO. (2019). Educación para el desarrollo sostenible. 22 de enero, 2020, de UNESCO. Sitio web: https://es.unesco.org/themes/educacion-desarrollo-sostenible#:~:text=La%20Educaci%C3%B3n%20para%20el%20Desarrollo,trabajar%20hacia%20un%20futuro%20sostenible.&text=Involucra%20incluir%20temas%20de%20desarrollo,la%20ense%C3%B1anza%20y%20el%20aprendizaje
  • UNESCO. (2019). Qué es la Educación para el Desarrollo Sostenible?. 22 de enero, 2020, de UNESCO. Sitio web: https://es.unesco.org/themes/educacion-desarrollo-sostenible/comprender-EDS