“No hay árbol más sagaz, inteligente y antojado que el mangle. Casi con arrogancia él decide qué brote se vuelve rama o raíz. Y una vez superados los desafíos de la gravedad, la lluvia y los vientos, se dirige verticar y raudo a ejercer las de pulmón del Golfo.”
-Fernando Naranjo Espinoza.

 

Hasta los años 60 del siglo pasado, los manglares se consideraron perjudiciales para el hombre, y se creía que para mejorarlos había que convertirlos en zonas agrícolas o modernizarlos a través de la construcción de caminos. Sin embargo, hoy esta percepción ha cambiado porque se sabe más acerca de lo que implica en términos ambientales y económicos. México está entre los dos océanos más grandes del planeta, por lo que sus mares y costas constituyen una parte fundamental de su territorio para la seguridad, la soberanía, el desarrollo del país y el de sus habitantes.

En estos espacios de diversidad y riqueza cultural y natural, hay ecosistemas que, independientemente de su número y extensión, poseen una importancia ecológica única, porque su funcionamiento condiciona el potencial económico y el bienestar social de la zona costera y marina de la nación. Por ello, estas regiones merecen conservarse y gestionarse de manera sustentable, empleando un mejor y mayor conocimiento científico y tecnológico, y ése es el caso de los manglares, también llamados humedales costeros. La superficie de la zona económica exclusiva (2,715,012 kilómetros cuadrados) de México sumada al mar territorial (231,813 kilómetros cuadrados) es mayor a su superficie continental (1,959,248 kilómetros cuadrados).

Los servicios ambientales de un ecosistema.

La presencia de los manglares en territorio mexicano amortigua los impactos del movimiento de tierra en los arrecifes de coral, ocasionados por las corrientes de agua de ríos y arroyos; también otorga una cantidad considerable de nutrientes que envían, a través de las mareas, a las aguas marinas de la franja litoral cercana a la costa, donde son aprovechados por pastos marinos y una variedad de peces con gran valor comercial, 80% de los cuales se capturan en la franja costera, según datos de la FAO. Además, muchas poblaciones de aves acuáticas utilizan este hábitat como zonas de reposo o reproducción.

Los humedales costeros también actúan como un filtro biológico, al recibir la descarga de aguas continentales con diversos contaminantes generados por la actividad humana, y procesan o retienen algunos de éstos (como el exceso de nutrientes), degradan la materia orgánica y almacenan los residuos de químicos utilizados en la agricultura, cuya acumulación a mediano plazo puede destruir el ecosistema marino.

Por otro lado, son parte vital en la conservación de la barrera natural de protección contra la erosión causada por vientos y mareas. Organismos internacionales como la FAO, el PNUMA y el PNUD reconocen que el daño provocado por el tsunami que irrumpió en diciembre de 2005 en costas del océano Índico fue significativamente menor en aquellos sitios donde el manglar mantenía su estructura y función.

El valor del pantano.

México posee 770,057 hectáreas (ha) de superficie con cobertura de manglares. Los estados con la mayor cobertura son Campeche (194,190 ha), Quintana Roo (129,921 ha), Yucatán (99,640 ha), Sinaloa (80,597 ha) y Nayarit (71,742 ha). Biólogos, ecólogos, oceanólogos, ingenieros pesqueros y ambientales los han estudiado durante más de 30 años, y a ellos se han sumado antropólogos, sociólogos y economistas, para comprender la relación de las comunidades rurales con estos sistemas ecológicos.

Por su parte, organizaciones no gubernamentales como la World Wildlife Fund (WWF), Pronatura, The Nature Conservancy (TNC), Conservation International, Comunidad y Biodiversidad (COBI), Grupo Manglar, Marea Azul, International Fund for Animal Welfare (IFAW) y Defenders of Wildlifes, han desarrollado programas de conservación junto con los habitantes.

Estos esfuerzos son una muestra del interés de varios sectores de nuestro país por conocer cómo se relaciona el hombre con la naturaleza, y cómo se pueden conservar y aprovechar sustentablemente los manglares, ya que desde la perspectiva económica, son una fuente importante de recursos forestales y poseen un potencial ecoturístico notable.

Turismo: Incentivo de crecimiento nacional, protección para los manglares.

Este representa en México una de las actividades económicas más dinámicas. Entre 1995 y 2008 creció ligeramente más de 100% y, en los últimos años contribuyó al PIB nacional con un porcentaje aproximado a 9%. Se tiene previsto que la tendencia de crecimiento en inversión, ingresos generados y participación, se mantenga en los próximos años.

Así, la inversión privada en este sector, cercana a los 5 000 millones de dólares, impulsó la creación de empleos y riqueza, concentrada en estados costeros como Guerrero, Nayarit, Sonora, Baja California y Sinaloa. Los beneficios económicos asociados a esta labor han mostrado ser innegables; no obstante, se han presentado efectos negativos sobre el medio marino y costero, que podrían significar un riesgo para su correcto ejercicio, debido a su insostenibilidad.

Entre éstos, destacan la erosión de la zona costera y los posteriores impactos en los sistemas tropicales, a los cuales se suma la contaminación, el cambio de uso de suelo, la pérdida de cobertura vegetal y la presión sobre los recursos hídricos. Estos efectos no sólo alteran negativamente la calidad ambiental de los destinos turísticos, sino que también afectan la salud e integridad de los pobladores y la infraestructura asociada a los trabajos comerciales.

Por lo anterior, dentro de la agenda nacional, una de las prioridades debe ser la conservación de costas y mares para fomentar el mercado de servicios ambientales que éstos proporcionan, y generar empleos e ingresos a las comunidades costeras, al mismo tiempo que se asegura una reducción del impacto al equilibrio de estos ecosistemas, así como su cuidado y conservación.

 

Fuentes:
  • CONABIO, Manglares de México: extensión y distribución, segunda edición, México, Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, 2009.