“El consumismo promete algo que no puede cumplir: la felicidad universal. Y pretende resolver el problema de la libertad reduciéndolo a la libertad del consumidor.”
-Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico.
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México es diverso en nivel de consumo, sectores socioeconómicos bajos generan una huella de carbono baja, pero son abundantes. Mientras que sectores más altos que generan una huella alta son relativamente pocos. La culpa no es de un sector solamente, ambos dependen del otro y ambos son responsables del cambio climático, de los incendios forestales, de la extinción de miles de especies, del derretimiento de los polos. Todos contribuimos en su aceleración.

Los datos son que “la pobreza más que constituir una clase social en sí misma, es una condición que puede presentarse con mayor probabilidad para la clase baja que corresponde al 55.1% de los hogares y 59.1% de la población del país” (IDC Online, 2013). Se estima que en México el 98% de población no pertenece a la denominada clase alta (Negrete, R. & Romo, A., 2014).

La balanza de “quién contamina más” no sé inclina hacia un lado. Así que, ¿basta con dejar de consumir alguna utilidad? No, porque la solución está en lograr que en el mercado existan productos que generen una huella de carbono baja y que sean útiles para la población. No se habla de un boicot a las empresas. Es debido lograr cambiar los hábitos de consumo de la población, para cambiar la demanda del mercado. 

¿Por qué y cómo lograrlo?

Cuando no compramos un producto que no es útil y además es dañino para el medio ambiente, la empresa dejará de producirlo o lo mejorará. Nuestros bolsillos estarán más llenos, respiraremos mejor aire, se gastará menos agua, y se quemará menos combustible. Sin embargo, lo despreciado será desechado, provocando un desperdicio. Faltan políticas para el desperdicio de productos.

A nivel mundial, no hace falta producir más para abastecer a todo el mundo, lo que sé necesita es una mejor distribución equitativa aparte de la calidad (FAO, 2000). Mientras una parte del mundo consume y desperdicia sin razón alguna, en otro lugar alguien está sufriendo de hambre, falta de ropa y falta de agua. La balanza si está desequilibrada y es lo que llamamos “desigualdad social y económica”. Gozamos de privilegios que desechamos la mayor parte del tiempo y no usamos debidamente. Por lo tanto, ¿Qué podemos hacer? “Menos es más”, mientras calidad sea lo que sé busqué.


Sector alimenticio.

En el sector alimenticio, un kilo de maíz cosechado localmente y de manera agroecológica. Será más nutritivo, mejorará la economía local, requirió menor transporte, habrá gastado menor cantidad de agua si su producción fue exitosa y algo muy importante es que mantendrá viva la biodiversidad de cultivos de nuestro país.

El sector textil y la relación con los demás.

En el sector textil, una prenda de calidad durará más años que una barata. La mano de obra no fue explotada, sumando la producción nacional, artesanal y con buenas prácticas ambientales. A nivel mundial el consumidor promedio ahora está comprando un 60 por ciento más de prendas de vestir en comparación con el 2000, pero cada prenda se mantiene la mitad del tiempo y en promedio el 40 por ciento de la ropa en nuestras prendas nunca se usa (ONU, 2018).

La industria de la moda es responsable del 8% de las emisiones de bióxido de carbono globales (ONU, 2019). Se estima que muchas prendas solo se llevan entre 7 y 10 veces (Morgan, L. & Birtwistle, G., 2009). Esto pasa en todas las industrias y está contribuyendo a qué los esfuerzos por hacer que el cambio climático se detenga, se vean derribados.

Mejorar nuestro consumo es sumamente igual de importante que reducirlo, darles una segunda vida a los productos mediante la reutilización nos dará más tiempo en el combate al cambio climático con la exigencia de mejores políticas ambientales en México y en el mundo.

 

 

Fuentes: