Los científicos pueden plantear los problemas que afectarán al medio ambiente con base en la evidencia disponible, pero su solución no es responsabilidad de los científicos, es de toda la sociedad.
-Dr. Mario Molina, Premio Nobel de Química 1995 y científico que descubrió el agujero de ozono-
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Un gran legado es el que ha dejado para el mundo y las generaciones presentes y futuras el hoy finado Dr. Mario Molina, científico mexicano pionero en el conocimiento de la química atmosférica y Premio Nobel de Química 1995 por el descubrimiento del agujero de la capa de ozono. Fue coautor, junto con F.S. Rowland en 1974, del artículo original prediciendo el adelgazamiento de la capa de ozono a consecuencia de la emisión de gases industriales: los clorofluorocarburos (CFC). La capa de ozono, localizada en la estratósfera, entre los 15 y 50 kilómetros de la superficie, nos protege de la radiación ultravioleta que proviene del Sol, lo que evita estar expuestos directamente a altos niveles de esta fuente de energía, que tendría como consecuencia algunas enfermedades para los seres humanos, dañar irremediablemente a los animales, las plantas y los microbios.

El agujero de la capa de ozono fue documentado a través de la investigación científica de Molina y Rowland, y la de generaciones de científicos que posteriormente han continuado, se trata de: “un adelgazamiento de la capa de ozono en la estratosfera (una capa superior de la atmósfera de la Tierra) sobre la Antártida que comienza cada septiembre. Las formas químicamente activas de cloro y bromo derivadas de compuestos producidos por la actividad humana se liberan durante las reacciones en las nubes polares de gran altitud. El cloro y el bromo reactivos inician reacciones que destruyen el ozono a medida que sale el Sol en la Antártida al final del invierno.” Y, aún en la actualidad, en 2021, “las observaciones satelitales de la NASA determinaron que el agujero de ozono alcanzó un máximo de 24,8 millones de kilómetros cuadrados -aproximadamente el tamaño de América del Norte- antes de comenzar a reducirse a mediados de octubre. Temperaturas más frías que el promedio y fuertes vientos en la estratosfera que rodea la Antártida contribuyeron a su tamaño” (El agujero de ozono de la Antártida es el 13.˚ más grande y persistirá hasta noviembre | Ciencia de la NASA, s. f.).  

Por este descubrimiento el conocimiento de la atmósfera y cómo las actividades humanas ocasionan impactos ambientales en ocasiones irreversibles para el medio ambiente y los ecosistemas, quedó documentado para la posteridad. Ante las catastróficas consecuencias que tendría permanecer pasivos como civilización, surge uno de los acuerdos internacionales que sientan precedentes aún hoy de lo que la ciencia, la diplomacia y la política pueden lograr a favor de la humanidad y el medio ambiente siendo bien practicadas: el Protocolo de Montreal, Relativo a las Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono del Convenio de Viena.

Desde su entrada en vigor en 1989 y en respuesta a los avances tecnológicos, el Protocolo ha sido ajustado en seis ocasiones y modificado en cuatro. Tanto la Convención como el Protocolo (incluidas cuatro enmiendas) cuentan con participación universal. Su objetivo es aplicar límites a la producción y el consumo de los principales productos químicos que destruyen la capa de ozono que protege a la Tierra. El Protocolo contribuye también a los esfuerzos mundiales contra el cambio climático, dado que la mayoría de las sustancias que agotan el ozono eliminadas en el Protocolo son también potentes gases de efecto invernadero.(El Protocolo de Montreal Relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono | Observatorio del Principio 10, s. f.).

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    Un científico lanza un globo meteorológico que transporta una sonda de ozono desde la Estación del Polo Sur en marzo de 2021 / Foto: Laboratorio de Monitoreo Global de la NOAA, 2022.

    En nuestro contexto: “La implementación del Protocolo de Montreal en México ha significado el desarrollo de diversos proyectos de inversión en los sectores de refrigeración, espuma de poliuretano, aerosoles técnicos y medicinales, solventes y agentes de proceso, fumigantes, así como proyectos de fortalecimiento institucional, de eliminación de sustancias agotadoras de la capa de ozono, de capacitación y asistencia técnica, entre otros.“ (Compendio de Estadísticas Ambientales 2018, 2018). De acuerdo a esto, desde 2010 se eliminó al 100% el consumo de CFC, debido a que los productos en aerosol distribuidos en el país utilizan propelentes alternativos desde 1990 y, a partir de 1997, todos los refrigeradores domésticos y comerciales producidos localmente se encuentran libres de CFC. Por otro lado, desde 2005 se eliminó el uso de CFC en los sectores de solventes y espumas de poliuretano, además, se cerró de manera definitiva la producción de CFC, hecho que significó una reducción del 12% en la producción mundial y del 60% en la producción continental.

    Sin embargo, la problemática está lejos de resolverse completamente, pues a consecuencia de lo último, los CFC se han sustituido por los hidrofluorocarbonos (HFC), desarrollados como reemplazo de los CFC y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), porque no destruyen la capa de ozono de la estratósfera: “se utilizan como refrigerantes, propelentes de aerosoles, agentes para soplado de espuma, solventes y retardantes de ignición” (Emisiones de gases fluorados, 2022). En respuesta a esto surgió la Enmienda de Kigali con el propósito de reducir gradualmente la producción y el consumo de los HFC. En general, los gases fluorados son el tipo más potente y persistente de gases de efecto invernadero emitidos por actividades del ser humano, en el caso de los HFC su persistencia en la atmósfera es de 270 años y tienen un potencial de calentamiento global de 14,800 años.

    “El Dr. Molina investigó la química de la contaminación atmosférica en la baja atmósfera y estuvo involucrado en trabajos interdisciplinarios colaborando con expertos para enfrentar el problema de la degradación de la calidad del aire en las grandes ciudades del planeta, especialmente grupos de contaminantes del aire en zonas urbanas, realizando importantes aportes al conocimiento y la solución de la contaminación atmosférica de la Zona Metropolitana del Valle de México” (Semblanza | Centro Mario Molina, s. f.). Así que aún hay mucho por hacer, desde todas las facetas posibles, la científica por su lado requerirá de nuevas generaciones inspiradas en aquellos que nos han permitido conocer las maravillas de nuestro mundo y el bien que podemos hacer por quienes lo habitamos y con quienes coexistimos en el planeta.

     

    Fuentes: