“La emergencia climática es una carrera que estamos perdiendo, pero es una carrera que podemos ganar. La crisis climática está causada por nosotros y las soluciones deben venir de nosotros. Tenemos las herramientas: la tecnología está de nuestro lado.”
Antonio Guterres,  Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas.

 

En 1997 se adopta el Protocolo de Kyoto, que compromete una reducción cuantificada de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a la atmósfera, por parte de los países industrializados. La meta planteada buscaba la eliminación del 5% de estas emisiones tomando como punto de partida lo reportado en el año 1990, aproximadamente 650 partes por millón (ppm) de bióxido de carbono.

Lo anterior en reacción a la innegable y evidente huella de las actividades humanas sobre el clima global. Desde la Revolución Industrial a mediados del siglo XIX, el uso del carbón como combustible y eje impulsor de la tecnología de ese tiempo dio como resultado un incremento en la concentración de los gases que componen una fracción mínima de la atmósfera, que a pesar de ello, ya han manifestado en muchas ocasiones sus efectos desastrosos. Estos gases son principalmente: el mencionado bióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso, el ozono y el vapor de agua.

“Gases que permiten el paso de la radiación solar a la superficie terrestre y marina. Parte de esta radiación es reemitida a la atmósfera, pero esta vez la alta concentración de los mismos impedirán su escape al espacio exterior, como debería de efectuarse equilibradamente para regular la temperatura y mantenerla en un rango óptimo para la vida. No obstante, esto ha cambiado en los últimos 50 años de manera preocupante” (SEMARNAT, 2009).

Cabe aclarar que la comunidad científica acepta que los cambios climáticos en nuestro planeta se presentan de forma cíclica, debido a fenómenos naturales, tales como: “El cambio en la oblicuidad, que se refiere a la inclinación del eje de la Tierra sobre su órbita cada 41 mil años, de 21.5º a 24.5º. Se estima que el ángulo en la actualidad es de 23.5º” (SEMARNAT, 2009).

Otro fenómeno determinante es: “el movimiento de precesión, que emula el comportamiento de un trompo cada 25 mil 800 años y, finalmente el cambio en la excentricidad que se refleja en una modificación en la forma de la órbita terrestre cada 100 mil años, pasando de una forma más a menos elíptica. Estos tres fenómenos tienen una influencia notable en el grado de insolación que recibe nuestro planeta, por lo que la temperatura suele disminuir drásticamente dando como resultado las llamadas glaciaciones” (SEMARNAT, 2009).

El estudio del cambio climático ha revelado que nuestro planeta sufre una aceleración en el incremento de la temperatura media directamente proporcional a la alza en el empleo de combustibles fósiles en la última mitad de la centuria. Relación evidente que argumenta y señala a las actividades humanas o antropogénicas como las responsables en esta variación. “El 2019 fue el segundo año más caluroso de todos los tiempos y marcó el final de la década más calurosa (2010-2019) que se haya registrado jamás” (ONU, 2020).

La influencia del hombre no había tenido nunca antes consecuencias tan desgarradoras como las que se han generado en las últimas décadas del Siglo XX e inicios del Siglo XXI. “El cambio climático está afectando a todos los países de todos los continentes. Está alterando las economías nacionales y afectando a distintas vidas. Los sistemas meteorológicos están cambiando, los niveles del mar están subiendo y los fenómenos meteorológicos son cada vez más extremos” (ONU, 2020).

“Las sociedades humanas se desarrollaron en los últimos 10 mil años en una estrecha franja de temperaturas” (SEMARNAT, 2009), esto quiere decir, nuestras actividades hasta cierto punto en la escala del tiempo no eran dañinas significativamente. Quizá una de las razones de esto se deba a que durante mucho tiempo el hombre fue nómada. Hasta el momento en que la especie empezó a tener prácticas sedentarias, los recursos a nivel local empezaban a tener sus primeros impactos.

Con el desarrollo tecnológico a la par del crecimiento poblacional, las necesidades y satisfactores fueron en aumento, las sociedades modernas están inmersas en una cultura del consumismo, todas nuestras actividades cotidianas tienen un impacto sobre nuestros recursos. Debido a la globalización, las necesidades de movilización son cada vez mayores, toda actividad requiere del uso de energía. Por lo anterior, “el Acuerdo de París, aprobado en 2015, aspira a reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático manteniendo el aumento global de la temperatura durante este siglo muy por debajo de 2 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales.” (ONU, 2020).

“Es probable que el calentamiento global llegue a 1,5 °C entre 2030 y 2052 si continúa aumentando al ritmo actual” (IPCC, 2019). Si nuestra sociedad actual toma conciencia de que la cotidianidad es la clave del cambio, nuestro planeta podría retribuirnos mucho de lo que le hemos quitado. Aprendamos a tener actitudes responsables y racionales en el uso de nuestros recursos y exijamos de manera proactiva una mayor incidencia en el quehacer público para atacar al problema desde varios frentes. Cambiando nosotros y no el clima, aseguraremos mejores hijos en la posteridad para nuestro planeta azul.

 

 

Fuentes:
  • Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. (2009). Cambio Climático. Ciencia, evidencia y acciones. México: Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales.
  • Organización de las Naciones Unidas. (2020). Objetivo 13: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos. 28 de febrero, 2021, de Organización de las Naciones Unidas. Sitio web: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/climate-change-2/  
  • Intergovernmental Panel on Climate Change. (2019). Resumen para responsables de políticas. En Calentamiento global de 1,5°C(4). Nueva York, USA: Intergovernmental Panel on Climate Change.