La Eficiencia Energética que incluye el ahorro de energía desde nuestras casas, hasta las grandes industrias y las comunidades, ha tomado una importancia crítica para alcanzar las metas nacionales relacionadas a la energía y el cambio climático que se han fijado países de todo el mundo. Bajo esta premisa el ahorro en el consumo de la energía sigue siendo la opción de menor costo para cumplir los compromisos nacionales referidos al cambio climático. Además de reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), existen otros beneficios asociados: mayor seguridad energética, menor presión sobre los presupuestos nacionales y de los hogares, mayor confiabilidad de los sistemas de energía eléctrica, mayor competitividad, y mejora de las operaciones en sectores fundamentales, como la educación y la salud.

Por lo anterior, es relevante en la actualidad que desde cualquier sector se impulsen políticas y acciones que reduzcan en todo sentido la Huella de Carbono, que se considera la medida del impacto de todos las emisiones de gases producidos por nuestras actividades, ya  sea individuales, colectivas, eventuales y de los productos que consumimos, todo reflejado en el ambiente. Este indicador se mide en toneladas o kilos de dióxido de carbono equivalente de GEI, gases como: el dióxido de carbono (CO2), vapor de agua (H2O), óxido nitroso (N2O), metano (CH4) y ozono (O3). Recordemos que en proporción natural la atmósfera de nuestro planeta tiene una composición química delicada, que de modificarse altera el Efecto Invernadero incrementa la temperatura, la sensación térmica y por tanto la variabilidad climática que se ve reflejada en el Cambio Climático.

El 5 de marzo se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética, ésta es importante porque contribuye a la sustentabilidad, la productividad, la competitividad, a reducir la contaminación y a mejorar la salud pública, a una mayor prosperidad y la reducción de nuestro impacto en el ambiente. Por lo que aprovechar sustentablemente la energía requiere un cambio de comportamiento para mejorar la calidad de vida en los hogares, en las empresas, en los edificios fomentando el uso de nuevas tecnologías. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, el consumo mundial de electricidad per cápita en 2018 fue de 3,260 KWh por habitante, presentando un crecimiento del 3.4% en relación con 2017. En el mismo año, México se ubicó en el lugar 76 (28.6% por debajo del promedio mundial); con un consumo anual de 2,329 KWh por habitante. 

 

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